miércoles, 2 de febrero de 2011

mito español

El mito de El Cid no se construyó a partir de esta fuentes histórica sino a partir de leyenda sobre sus hazañas, que pasaron de boca en boca hasta decirse en un relato en verso conocido como el Poema o Cantar de Mio Cid (h. 1140/1207). [2] El Poema no tenia datos especificos sobre la autoría, fecha, y estructura de la composición, y a diferencia de las fuentes históricas mostraba una clara intención por parte del autor de ensalzar el origen castellano y el fervor religioso del protagonista. Ante la escasa calidad literaria que emanaba del documento, eruditos del siglo XVIII como Tomás Antonio Sánchez no pudieron concederle alto valor literario, y es por eso que después de siete siglos de la muerte de Rodrigo Díaz, su historia todavía permanecía silenciada.

Un factor de importancia en el cambio de actitud hacia la publicación de la historia de El Cid pudo tener que ver con el regreso a Europa, justo después del siglo XVIII, de muchos viajeros y misioneros que traían abundante documentación sobre mitos, leyendas y relatos folklóricos de pueblos remotos. Este nuevo bagaje de datos, junto a los ya existentes de la época medieval, acució la imaginación de los investigadores que vislumbraron en todo ello un significado más profundo que simples fantasías (Peñuelas 1965: 29). Así, en 1840 el escritor Joaquín Rubió y Ors publicó una reedición del Poema, animando a una lectura alternativa (e incluso nacionalista) de los versos cidianos:

Considérese al Poema del Cid, como lo hemos considerado nosotros, como un antiguo y glorioso epitafio escrito sobre las góticas sepulturas de los que pasaron la vida batallando al pie de la cruz y del pendón de la patria. (ctdo. en Banús 2000: 24)

Fue a partir de entonces que el relato novelado comenzó a tomar cariz más histórico, convirtiendo a su principal personaje en un símbolo de nacionalismo cristiano con el que individuos a uno y otro lado del Atlántico han querido identificarse.

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